A lo largo de mi vida académica y profesional han sido numerosas las veces en que, llevado por una incomprensible necesidad de aprender, he querido adentrarme en el fascinante mundo del idioma inglés. Y tampoco han sido pocas las que esas ansias se han desvanecido a las primeras de cambio.
Soy de la generación de la EGB, en la que en la escuela se estudiaba francés como segundo idioma (eso siendo muy benévolo y contando con que recitar un diálogo memorizado y viendo unas imágenes se le pueda llamar estudiar). Una generación en la que no existía Internet, ni traductores digitales, ni Apps, ni móviles, ni amigos ingleses para la mayoría, ni conversaciones multilingües en teterías. Ni siquiera Wert existía como tal salvo entre la letra “Q” y la “Y” del teclado del ordenador. Por ello reconozco que el cambio al idioma inglés supuso un drástico pero necesario vuelco en las necesidades de aprendizaje. Fundamentalmente porque en mi época universitaria, y ahora en el ámbito laboral, se debe recurrir a textos en este idioma con bastante frecuencia si quieres estar al día en ciertas cosas.
Todo este rollo inicial viene a cuento de alguna de las traducciones que uno se encuentra en Internet y que ciertos autores y colectivos hacen públicas con el atrevimiento que da la necedad. A veces, cuando uno pilla esa tarde de domingo de invierno, y el calor del hogar invita a una siesta, basta con entreabrir el ojo que aún se resiste a entornar para ver el título de la película de Antena 3. “The corner”, al tiempo que una voz en off cargada de solemnidad te recita…. “Asesinato a las tres y cuarto”.
Que digo yo que la película será muy buena. No hay por qué discutirlo. Sobre todo porque casi todas se basan en hechos reales. Pero para mis cortas entendederas bilingües al traductor deberían, cuando menos, asesinarlo un poco antes de esa hora. Así nos evitaría episodios de vergüenza ajena y no nos jodería la siesta, que a fin de cuentas es lo peor.
Pero como estas hay más. En mi paso por el departamento de Zoología, recuerdo también haber encontrado traducciones de este tipo. Uno de los artículos considerados científicos confundía al escarabajo rinoceronte con una especie de ser mitológico, mitad bicho, mitad cuerno que te alejaba de la esencia del trabajo para transportarte a la época de Jason y los argonautas. Qué recuerdos intentando adivinar quién sería el prestigioso traductor de aquella aberración.
Siento ser tan crítico con estas cosas. Supongo que entran en el lote de la persona que soy, pero considero que hay errores y errores. Algunos son comprensibles y pueden pasar. Pero otros, realmente merecerían ser protagonistas del título y desenlace de la película.
Os dejo un par de botones de muestra. Pidiendo como siempre a quien corresponda, un poquito de prudencia al teclado.
PS: Si os encontráis el hierro chulo y la mano que lava, daos la vuelta y alejaos de los chaparrones cuando estéis hechos y derechos. No vaya a ser que os caiga un blanqueo!!.
Saludos y buen día.
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